A propósito de la noticia aparecida en el diario Hoy hace escasamente una semana, con un llamativo título, que planteó en la opinión pública la duda al respecto de la existencia de dinosaurios en nuestra región, habida cuenta de los huevos localizados a la orilla del embalse de Alcántara, nos ha parecido interesante realizar unas reflexiones en voz alta sobre este asunto y el periodismo científico en general.
Partiendo de que quien tiene boca se equivoca, el error contenido en la noticia señalada tiene su origen en un incorrecto contraste de la información. Sobre un tema X no se puede consultar a un experto en Y: en este caso, la paleontología, sobre todo la referida a los dinosaurios, debe ser analizada por un paleontólogo experto en fósiles de la era Mesozoica, conocida como Era de los Dinosaurios (recordemos, en este sentido, que en la Universidad de Extremadura hay un afamado departamento de Paleontología). No pintan nada expertos de otras disciplinas, como la geografía o la arqueología, por citar sólo unos ejemplos, ya que su campo no es ese, ni siquiera aunque fueran aficionados al tema, ya que cualquier error se paga.
En cualquier caso, recomendamos leer también las noticias posteriores, que si bien no dirimen el asunto de manera definitiva, debido probablemente a una solapada intención de no reconocer el error, permiten observar cómo el periodismo funciona como tantas otras cosas en la vida, mediante aproximaciones sucesivas, incluida la ciencia, a pesar de lo que les explique el profesorado de la carrera de periodismo a su alumnado. Es decir, no existe la verdad absoluta y de ahí que la ciencia avance de ese modo de manera general.
Así pues el titular utilizado en aquella primera noticia no fue el idóneo, pues a pesar de plantear una pregunta realmente estaba creando una falsa opinión pública de manera velada. Debemos recordar, en este sentido, que la mayor parte de la población, incluyo a los periodistas lógicamente, desconoce conceptos básicos de las Ciencias de la Tierra, como es el caso de los procesos de fosilización. Para saber de fósiles hay que hablar con paleontólogos/as. Una vez hecho esto, como cuando se habla con unos sabios, nos daremos cuenta que no sabíamos nada o apenas habíamos arañado superficialmente el conocimiento.
Volvamos al tema. La tercera noticia parecía que tenía visos de aclarar definitivamente el asunto, pero el periodismo no da su brazo a torcer y sigue manteniendo ciertas incógnitas sobre el lugar, apuntando a su interés científico y patrimonial. Visto que parece que los periodistas que cubren este asunto nunca se reconocerán a sí mismos escribiendo lo que se deberían, es decir, la "verdad" científica tal y como actualmente se reconoce por la ciencia de los geólogos, lo único que parece obvio es lo que se observa en tantos otros titulares y editoriales, que la post-verdad impera. Y esto es un verdadero peligro no sólo para los científicos, sino para la sociedad, puesto que si ya los ciudadanos carecen de conocimientos adecuados y suficientes para analizar con crítica un titular de prensa (no hablo sólo de ciencia), el periodismo, tal y como ejemplariza la cobertura de esta noticia, se convierte en un instrumento muy peligroso, que en lugar de divulgar convenientemente y ateniéndose a los conocimientos actuales, pasa a ser un folletín de informaciones desbaratadas e inconexas, eso sí, muy bien redactadas.
Pero hablemos de ciencia. Las rocas que han dado pie a la confusión son, como ya se ha repetido durante estos días, diabasas. Estas rocas se han formado por el enfriamiento de fluidos magmáticos, que en este caso concreto se presentan en un gran filón o dique, conocido con el nombre de Dique Alentejo - Plasencia (o Messejana - Plasencia), que con un recorrido de más de 500 kilómetros, atraviesa la Península Ibérica desde la localidad de Odemira, en el Alentejo portugués, hasta más allá de Plasencia, Valle del Jerte arriba, adentrándose bajo las rocas meseteñas de Castilla, Ávila adelante, desconociéndose hasta dónde llega.
El dique tiene una compañera, una gran falla, que con el mismo nombre va y viene a su compás. Las rocas tienen unos 200 millones de años y se cree que están relacionadas con la apertura del océano Atlántico. Si nos fijamos nuevamente en el título de este post, ya imaginarán la relación con la Era de los Dinosaurios. Efectivamente, hace 200 millones de años el supercontinente Pangea se estaba subdividiendo en varias partes. Esta separación o partición obedece al mecanismo global que explica la Teoría de la Tectónica de Placas, mediante el cual la corteza terrestre se encuentra dividida en porciones que van interactuando entre sí, alejándose o chocando, según el caso, creándose océanos o cordilleras, respectivamente.
En Extremadura tenemos un ejemplo de esos choques, pero ocurridos hace millones de años. De ahí probablemente la importancia de sus yacimientos minerales y su diversidad en fósiles, pero no de dinosaurios. ¿Por qué? Al comienzo de la Era de los Dinosaurios esta nuestra región estuvo emergida, por encima del nivel del mar, y aunque es posible que por aquella antiquísima región (que no podemos llamar aún Extremadura, lógicamente) existieran muchas especies de reptiles, incluidos los dinosaurios, la verdad es que probablemente deambularan, volaran y nadaran por las costas de aquel pequeño continente (conocido como Macizo Ibérico o Macizo Hespérico). Prueba de ello es que las rocas del Mesozoico bordean el Macizo Ibérico, donde se encuentran importantes yacimientos con huellas de dinosaurios (La Rioja, Aragón o Portugal, por ejemplo).
Dicho esto y ya acabamos, parece que la serendipia ha venido en ayuda del periodismo y donde hubo un gazapo monumental confundiendo huevos de dinosaurio con disyunciones bolares de diabasas, la suerte los ha colocado a ambos (huevos y diabasas) en el mismo periodo de tiempo geológico, quién sabe si para burlarse de todos nosotros. Imaginamos a los periodistas decir ahora con sorna: "¿Veis como no estábamos equivocados?"
En fin, seguiremos insistiendo en difundir convenientemente la ciencia, sobre todo en los medios de comunicación y, por ende, el profesorado de Ciencias Naturales en sus centros educativos, donde más de un alumno habrá preguntado (e insistido) sobre este asunto de los huevos -no es peyorativo-.
Mientras esperamos la llegada de exposiciones de dinos articulados, proponemos visitar el Museo Geominero en Madrid, o alguno de los museos extremeños de geología en Mérida y Santa Marta de los Barros. Quizá todos nosotros logremos aprender allí un poco más sobre paleontología. Desde luego, a algunos falta les hace.
Desconocía que hubiera un museo de geología en Santa Marta. Tendré que programar una visita.
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