lunes, 5 de marzo de 2018

"La primera luz que iluminó Maltravieso" (noticia HOY: 25-02-2018).

Traemos esta noticia, que nos interesa por ser Alfonso Callejo quien la protagoniza, persona capacitada para hablar en primera mano de lo que la Cueva de Maltravieso pudo significar, pero a la que -no sabemos la razón- se le da la espalda una y otra vez, a pesar de los hallazgos.



La cavidad ha pasado por muy distintas etapas desde su hallazgo, algunas incluso de dejadez y falta de aprecio. Alfonso Callejo rememora cómo su padre, Carlos, descubrió las pinturas de la cueva en el año 1956.

Hacia las doce de la mañana del viernes en el entorno de Maltravieso reina el silencio. Al fondo de la explanada, tras las rejas, se esconde la oscuridad de los tiempos, más de 300.000 años de pasado, una cifra que marea pero que también crea la tranquilizante sensación de que no somos más que un pestañeo, algo muy leve e insignificante. Para Alfonso Callejo, hijo del descubridor de las pinturas en el año 1956, el entorno forma parte de su infancia. «Recuerdo el olor de las lámparas de carburo», rememora.
Su padre, Carlos Callejo, director del Museo de Cáceres, fue el que identificó las pinturas de las manos en positivo y negativo que el jueves dieron el salto cualitativo más importante desde su hallazgo. La prestigiosa revista Science publicaba un importante estudio internacional que destruía la cronología sobre la antigüedad de estos restos, estimada en 20.000 años, y la sitúa en 66.700, o, lo que es lo mismo, las sitúa como las más antiguas del planeta junto a los restos pictóricos de Ardales (Málaga) y La Pasiega (Cantabria), con dataciones ligeramente inferiores. La conclusión es revolucionaria: fueron neandertales y no sapiens los que imprimieron sus manos en Maltravieso, lo cual aporta mucha luz a la hora de comprender y describir esta especie, que ya contaba con capacidad simbólica.

Alfonso Callejo recuerda corretear por la zona y convivir con estos restos como si fuera lo más normal del mundo, con esa naturalidad que da la infancia. Eran ya tiempos en los que existían las linternas, pero al parecer esa luz de las lámparas permitía ver mejor las pinturas. Alfonso no puede evitar pensar cómo le hubiera gustado a su padre presenciar este momento.
«Maltravieso nunca ha dejado de sorprender», explica Callejo en el interior del centro de interpretación, que ofrece un completo recorrido por las historia de la cueva, en donde también se glosa la figura del descubridor de las pinturas. Maltravieso será a partir de esta última investigación un referente mundial, pero la cueva no ha estado desde el principio todo lo protegida y valorada que pudiera esperarse. «Cuando se descubrieron las pinturas fue un bombazo, porque la ciencia no admitía que en esta zona de interior pudiera haber pinturas paleolíticas. A mi padre le costó más de tres años ese reconocimiento». El doctor Joan Maluquer rechazó por completo este supuesto. Fue el historiador Martín Almagro el que dio credibilidad y respaldó la tesis de Callejo en 1959. Luego, indica, se entró en una etapa de dejadez durante los años 60, 70 y 80 en los que había un acceso prácticamente ilimitado. En 1963 la cueva es declarada Monumento Histórico Artístico, un título que en realidad tuvo pocos efectos prácticos porque se siguió construyendo en su entorno. Tras esta etapa de desidia se empezó a tomar conciencia de la necesidad de protegerla y fomentarla.

El año 1996 marcó también un hito en la historia de esta cueva, ya que se llevó a cabo una investigación con luz ultravioleta en la que se multiplicó por dos el número de manos que se estimaba que pudiera haber en un primer momento. Actualmente se estima que hay 71 manos, además de otros dibujos y figuras. Es el segundo conjunto más numeroso del mundo en manos estampadas, después del de Gargás, en los Pirineos franceses.
En el año 1999 se abrió el centro de interpretación que se sitúa en la explanada previa a la cueva. Su recorrido permite obtener precisa información de la importancia de Maltravieso. En 2010 se llevó a cabo una reforma que modernizó estos recursos, a los que va escaso público. En el año 2016 acudieron a este centro de interpretación poco más de 2.700 personas. 
El futuro
Para la cueva y para el conocimiento del periodo de la Prehistoria en Cáceres también ha sido vital el papel del equipo de Primeros Pobladores de Extremadura, codirigido por Antoni Canals y Eudald Carbonell. De 2000 a 2008 se llevaron a cabo campañas puntuales de investigación en las que se han encontrado vestigios de una actividad humana anterior a las pinturas, pero hace una década se decidió cerrar la cueva incluso a los estudiosos para evitar el deterioro de estos restos. «Las pinturas se han conservado porque la cueva ha estado herméticamente cerrada durante miles de años», apunta Callejo. Hay constancia de que algunas manos han perdido colores originales por los errores en el mantenimiento durante ciertas etapas. «Hay figuras más tenues y probablemente otras hayan desaparecido». El pasado viernes la consejera de Cultura, Leire Iglesias, indicó que por motivos de seguridad la cueva va a continuar cerrada. Al público nunca ha estado abierta, en ningún momento de su historia. La cueva cuenta con unos 130 metros de longitud. Una de las cuestiones que la caracterizan es la estrechez de sus cavidades, que dificultan el tránsito por su interior. Hay definidas cinco salas.
Alfonso Callejo no tiene ninguna duda de que Cáceres debería aprovechar el tirón del último hito de esta cueva, el de Science. Él considera que debería empezarse por incrementar las campañas de divulgación y que los cacereños se acerquen a este recinto.
También considera que sería un buen momento para plantearse invertir en mejorar el centro de interpretación. «El audiovisual es mejorable», apunta. Hay que aspirar a réplicas como la de Altamira, en las que el visitante pueda tener una sensación real de cómo era la cueva, ya que la original está muy restringida. También le parece importante que se siga avanzando en la investigación y trabajando en algún tipo de protección específica. Hay cuevas que tienen el título de Patrimonio Mundial, como los conjuntos de Atapuerca y Altamira. En el año 2008 se unió a este grupo nueve cuevas prehistóricas de Cantabria

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