A comienzos de los 90 del pasado siglo se realizaron trabajos de limpieza del embalse de Proserpina, cerca de Mérida. Durante la limpieza de los lodos situados aguas arriba de la presa en cuestión, aparecieron grómulos azulados de vivianita, un fosfato de hierro hidratado (un mineral secundario que requiere unas condiciones de formación reductoras y la ayuda de materia orgánica).
El trabajo es más bien de carácter químico, aunque tiene de peculiar no solo el tema (la vivianita es conocida solo en un puñado de lugares de Extremadura, según los datos de Salvador Calderón), sino a sus autores, ya que el primero de ellos es Alfredo Hernández-Pacheco Roso de Luna, hijo de Francisco Hernández-Pacheco y nieto de Eduardo Hernández-Pacheco.
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