miércoles, 20 de abril de 2011

Ruta de los Mares Villuerquinos.

Con esta atractiva denominación, el blog del Centro de Interpretación de la ZEPA Villuercas - Ibores (http://zepavilluercasibores.blogspot.com/) presenta sucintamente esta ruta, con un póster que nos hemos permitido copiar y que presentamos a continuación.
Los mares villuerquinos: buen título para un ensayo. Ello nos hace pensar sobre esa manera en la que solemos "cansar" a nuestros amigos y familiares, a modo de Abuelos Porretas, mientras les contamos la historia de los primeros momentos paleozoicos, hace casi 600 milones de años. Les decimos (a veces en tono litúrgico):
"Imaginaos que sois navegantes de unos mares en climas subtropicales, con playas kilométricas. Pensad en una costa como la africana occidental, que podríais recorrer durante días y semanas, y que 300 millones de años después, cuando sus arenas quedasen convertidas en roca, podrían ser riscos para que los buitres se solearan o, mejor aún, como taller de pintura de los primeros Homo sapiens. ¿Qué fuerzas de la Naturaleza serían capaces de hacer que un mar deje de serlo y se convierta en montaña?".
En fin, cosas por el estilo, que aderezamos con ese poemario que puede llegar a ser el lenguaje de las imágenes de animales extinguidos y de rocas y paisajes deslumbrantes, aunque no podemos competir con los documentales actuales, mucho más divulgativos y divertidos.
No obstante, nos encanta explicar esta parte de nuestra historia geológica regional, que representa mucho de lo que podemos ver en nuestro subsuelo. Saber que el nexo de unión entre lo vivo y lo extinto son esas rocas, antaño sedimentos depositados bajo las aguas de aquellos mares, que eran una explosión de vida y que nos legarían, sin saberlo, su memoria.
Memoria geológica que ha pasado a ser cultura, razón por la cual la Geología está de moda en muchos sitios, más de los que creemos. En España, raro es el ciudadano vasco que no conoce Zumaya, o el aragonés y catalán que no sabe grosso modo cómo se formaron los Pirineos, el asturiano que no se ha imaginado "su Jurásico" surcado por dinosaurios, el malagueño, cántabro o mallorquín que no ha oído hablar de las archiconocidas cuevas de Nerja, Altamira o el Drach, respectivamente, el burgalés que no sabe de la Sima de los Huesos y así un largo etcétera. En Extremadura van siendo cada vez más los lugares con ese sello geológico, como el Parque Nacional de Monfragüe, con sus cantiles verticalizados, o el ahora muy divulgado relieve apalachiano (que nosotros nos hemos permitido denominar "villuerquino") de la grandiosa comarca de Villuercas-Ibores-Jara.
Descubrir que hemos tenido siempre (desde hace millones de años) restos fósiles de trilobites, braquiópodos, anélidos, etc. en nuestro subsuelo llena de inquietud a más de uno, y puede crear incertidumbre sobre su significado. Cuando los expertos explican a los vecinos y resto de ciudadanía lo que significa ese redescubrimiento (ya se conocía desde hace siglo y medio que estos fósiles se encontraban por estas tierras), el conocimiento pasa a ser la herramienta necesaria para decidir sobre el futuro de los mismos, su conservación o preservación y en qué condiciones. Aquí juega un papel importante el concepto de patrimonio, entendiendo que la responsabilidad no sólo institucional, sino civil, debe abarcar no solo el sentido geológico, sino también el cultural. Gran responsabilidad, por tanto, y razón por la cual debemos felicitarnos por todos los que han decidido sumarse a esa gran tarea divulgativa.




Mancomunidad Geominera, un ejemplo de difusión geológica.

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