En el Diario Oficial de Extremadura nº 132, de 11 de julio de 2016, ha sido publicado el Decreto por el que se declara Bien de Interés Cultural el yacimiento arqueológico de Villasviejas de Tamuja.
Villasviejas del Tamuja se encuentra en el límite septentrional
término municipal de Botija (Cáceres). El paisaje en el que se encuentra
está dominado por suaves ondulaciones cubiertas de dehesa y por el
encajonamiento de la red fluvial, especialmente del río Tamuja, que ha
excavado las rocas pizarrosas del entorno hasta constituir un curso
encajonado conocido como ribero. El yacimiento no destaca en el entorno
por su altura aunque su orografía favorece sus cualidades defensivas.
Excavaciones en el poblado. |
Vista del río Tamuja hacia el oeste. |
La
ocupación más antigua del yacimiento no corresponde a la época
protohistórica, sino que algunos materiales recogidos en superficie
evidencian una ocupación prehistórica, posiblemente calcolítica, ya que
encontramos puntas de palmela, de pedúnculo y aletas, de sección
lenticular, así como microlitos y núcleos de talla lítica micro-laminar.
Villasviejas del Tamuja puede considerarse tanto un
castro como un oppidum. Por su ubicación y características responde al
perfil de un castro, pero en un momento avanzado de la Edad del Hierro,
el asentamiento de las Villasviejas debió de controlar la producción
minera de la zona y otros asentamientos menores del entorno, como son el
Cerro del Tamuja (Cáceres) y el Cerro Castrejón (Plasenzuela). Por
consiguiente, sus funciones centralizadoras de la minería de un
territorio, la posible acuñación de monedas y la llegada de Roma
supusieron una evolución hasta convertirlo en un oppidum.
La
posibilidad de un traslado de gentes desde la Celtiberia hasta las
Villasviejas, con el fin de trabajar en las minas, se ha planteado como
una forma de solucionar los problemas que plantea la adscripción de la
ceca Tamusia al yacimiento. Así mismo, se explicarían las influencias en
el armamento aparecido en las necrópolis y la epigrafía de tipo
celtibérico en algunos recipientes cerámicos.
Igualmente,
se ha señalado que es probable que el yacimiento sirviese como lugar de
acantonamiento de tropas durante la conquista romana y las posteriores
guerras civiles, siendo, tal vez, una de las castra contributa de la
colonia Norba Caesarina (Cáceres).
Con la
reorganización romana del territorio y la fundación de Norba Caesarina,
Villasviejas del Tamuja queda en un territorio marginal entre el ager de
Norba y el de Turgallium (Trujillo), así como alejado de las
principales vías de comunicación. Esta decadencia explica su paulatino
abandono a favor de otras entidades poblacionales ya adaptadas a la
economía y sociedad romanas.
Fuente: Francisca Hernández ("Excavaciones en el castro de las Villasviejas del Tamuja", publicado en Zephyrus, 21-22, años 1970-1971). |
Los Recintos Amurallados
El Castro de Villasviejas del Tamuja se compone de dos recintos amurallados que han sido identificados como Recinto A y el Recinto B.
Recinto A
El Recinto A se sitúa en una suave loma, de unos 499 m. de altura en la cima, que actúa a modo de península, delimitada en dos de sus lados, el occidental y el septentrional por el encajonado curso del Tamuja, y en el lado oriental por la vaguada del arroyo del Verraco, un curso de agua estacional. Este cerro no difiere en altura de los de su alrededor, siendo incluso más alta la margen izquierda del Tamuja en el lado Norte. Por su parte, el lado sur, que lo comunica con el resto del paisaje adehesado, es el único punto de fácil tránsito y acceso al resto de la colina.
Actualmente, la topografía original se encuentra alterada tanto por las obras de fortificación protohistóricas como por los aterrazamientos modernos y contemporáneos que transformaron el yacimiento en tierras de labor. Por otro lado, el yacimiento también se encuentra sumamente compartimentado por paredes realizadas en mampostería de pizarras y por alambre de espino, siendo el uso prioritario el ganadero.
El Recinto A aprovechó para la defensa del hábitat las estupendas condiciones naturales del terreno que lo aislaban del exterior, especialmente en los lados norte y oeste. El yacimiento fue fortificado con una muralla en la casi totalidad de su perímetro, siendo esta obra identificable en múltiples puntos aparte de las zonas excavadas. En el ángulo noreste se encuentra un farallón de pizarras que cae en vertical sobre la confluencia del Tamuja con el arroyo del Verraco que, probablemente, se usó como elemento defensivo natural.
Asimismo, en la zona más vulnerable, el lado sur, se realizaron dos grandes fosos con un pasillo central. El foso sureste posee actualmente una forma circular u ovalada. Es posible que, originalmente, no se encontrara cegado por su lado este sino que se abriera hasta la vaguada de El Verraco. Este cegamiento se produjo por la construcción de un terraplén que permitió alcanzar más fácilmente las parcelas situadas en la ladera este del cerro. El foso suroeste es muy probable que aprovechase una pequeña vaguada natural que se amplió excavándose en la roca un ancho y profundo foso que reducía las posibilidades de tránsito por esta zona. Este foso ha sido transformado mediante terrazas realizadas con las piedras de granito caídas del lienzo original que se conserva en lo alto.
En el frente sur se puede comprobar que existe un desnivel artificial que corresponde a la muralla que permanece aún sin desenterrar. Sin embargo, existen diferentes puntos en los que la muralla aflora a simple vista, pudiéndose comprobar que en los lados norte y oeste, los mejor defendidos por el encajado río Tamuja, la muralla está realizada enteramente en piedra de pizarra, mientras que, en los flancos más accesibles, el lado este y sur, la muralla está realizada con granito.
La muralla sólo ha sido excavada en uno de sus puntos, el sureste, en donde localizamos un gran bastión o torreón macizo y un tramo de muralla. La muralla aquí se resuelve con sillería irregular de granito, trabada con arcilla en su paramento exterior, y rellena con grandes piedras de granito sin desbastar, pizarras y tierra, al interior.
Un lienzo similar se sitúa en el extremo suroeste del Recinto A. Este lienzo, que se alza sobre el foso, está realizado con sillería irregular de granito, a soga. El paramento, en este punto, ha sido recrecido para ser utilizado como aterrazamiento con un aparejo mixto de piedras de granito y pizarra. Junto a él se produce el giro hacia el norte de la muralla. En el ángulo suroeste se aprecia el exterior de una torre circular, realizada en la misma técnica constructiva de granito, que protegería la esquina.
Desde esta zona se desarrolla un muro perpendicular que desciende hacia la ribera del Tamuja. Este muro está realizado por una sola hilada de sillares de granito, colocados a soga. Su función podría ser la de impedir el acceso a la ladera oeste desde la zona del foso suroeste. A unos pocos metros del torreón circular, comienza ya a aparecer la construcción en pizarra. Se trata de una muralla ataludada realizada en mampostería de grandes lajas de pizarra trabadas con arcilla. La cara exterior se encuentra perfectamente escuadrada, siendo la unión de las lajas casi a hueso, mientras que en su interior, las lajas son mucho más irregulares se unen con arcilla. Se conservan zonas de hasta dos metros de altura, aunque en algunos puntos está bastante deteriorada, presenta grandes brechas en la base.
En algunos puntos, la muralla presenta un doble ataludamiento en el tramo que discurre en sentido sur-norte, cerca de la vaguada existente en la ladera oeste hacia la mitad del recinto. Se ha supuesto que esta vaguada sea de origen artificial y que fuese una de las salidas hacia la ribera del Tamuja. Lo cierto es que la muralla gira en dirección este-oeste aprovechando la existencia de un afloramiento pizarroso que cae sobre la corriente del río. Sobre él aparece nuevamente el aparejo de granito conservando sólo cuatro hiladas. Este aparejo es el reservado a las zonas más vulnerables o de representación.
Tras la vaguada, el paramento, de dirección sur-norte, ataludado y ejecutado con mampostería de pizarra, conserva algo más de dos metros en la zona más alta. Sobre él se ha construido un muro con la misma técnica pero usando unas lajas más pequeñas.
La muralla en mampostería se vuelve a perder cerca del ángulo noroeste. No obstante, en un punto surge un muro perfectamente escuadrado a base de sillería de granito; sobre él se ha aprovechado para crear una pared de pizarra. Es muy posible que se trata de un muro de una vivienda y que la muralla permanezca oculta.
En el ángulo noreste, la muralla gira adaptándose a la topografía del cerro en dirección oeste-este, donde se identifica con cierta dificultad un amplio tramo de muralla.
Es en la ladera norte donde encontramos los mejores tramos de muralla conservados. En algunos puntos la muralla llega a alcanzar los cuatro metros y aunque no se puede identificar en todo su recorrido, su trazado se intuye con facilidad. En algunos puntos se apoya y utiliza los afloramientos rocosos. Los problemas que se plantean a las estructuras en esta zona de umbría son muchos, aunque los más importantes están relacionados con un desarrollo excesivo de la vegetación. En este tramo además, parece que se abre un portillo en el lienzo original.
Por último, cabe señalar que en la esquina noroeste, donde la muralla gira para recorrer la ladera este en sentido norte-sur, el farallón pizarroso se arquitectonizó para ser integrado como torreón o ángulo en el sistema defensivo.
En la ladera este, la muralla es de características similares a la documentada en el lado sur, con un paramento exterior de aparejo isódomo de sillería escuadrada, bastante cuidada. El lienzo, que presenta en este punto un ligero talud, seguramente sirvió tanto de muro defensivo como de terraza sobre la que edificar las viviendas.
En el ángulo sureste es donde se encuentra el gran torreón o bastión que protegía todo este flanco. Se trata de una gran estructura de la que, por desgracia, no conservamos todo su volumen ya que sirvió de cantera a la población de Botija para la construcción del ayuntamiento en la década de los 50 del siglo XX. Se ha presupuesto que en esta zona debió existir un acceso al Recinto A debido al hallazgo de una escalera.
Recinto B
El Recinto B se encuentra situado al suroeste del Recinto A, en una suave elevación con pendiente suroeste-noreste. Su forma es aproximadamente cuadrangular. El recinto no destaca particularmente del entorno pues la orografía baja suavemente hacia el Tamuja por el este y apenas se diferencia de las lomas y afloramientos de pizarra del lado sur. No obstante, su frente norte, está marcado por el mismo encajonamiento del río que protege el Recinto A. Por su parte, el frente este está marcado por la vaguada del arroyo del Verraco, y en la actualidad se encuentra modificado por el camino de acceso al Recinto A.
Como ocurre en el Recinto A, la topografía original está alterada por la parcelación y el aterrazamiento, y su muralla se encuentra perdida al haber servido como cantera. Es muy probable que la cercana presa del molino de “La Muralla” esté realizada con los sillares graníticos de la que fue muralla de protección del recinto.
Las obras de defensa más visibles en este recinto son los fosos que protegen los flancos más débiles del mismo, allí donde los cursos fluviales no crean una barrera natural. Pero los fosos de éste son diferentes a los del Recinto A pues mientras que aquellos son meras oquedades excavadas en la roca, los fosos del recinto B son estructuras lineales, de sección cuadrangular y paredes verticales. Actualmente, los fosos se encuentran colmatados, por lo que su profundidad debió de ser mayor de la que hoy en día presentan.
En el lado sur son dos fosos. Uno de ellos, de 19 m. de largo por 6,5 m de ancho y una altura de 2,05 m, se encuentra junto al camino de acceso al Recinto A. En la actualidad, la zona ha sido alterada pues existe una rampa, realizada con sillares de granito, que está relacionada con el paso de maquinaria a las parcelas del interior del recinto. Por su parte, el otro foso de la zona sur se encuentra algo más al norte. Con 43 m de largo por 7,6 m de ancho, y una altura de 2,05 m, dicha estructura está bastante modificada. Y justo detrás del foso se sitúan dos lienzos originales de muralla, de dirección oeste-este, de granito colocados a soga.
El lienzo sur consta de dos tramos separados: uno, situado más al este, de 10 m, del que son visibles tres hiladas originales con una altura de 60 cm; y uno segundo tramo, el mejor conservado de todo el recinto con 22 m y 5 a 7 hiladas originales de altura (1,28 m).
En el ángulo suroeste, la muralla cambia de dirección. Aquí, el foso se detiene, quedando un tramo de acceso libre. También en este punto se localiza un túmulo, conocido como “El Castillo” por su recubrimiento de sillares. “El Castillo” debió ser un torreón defensivo del giro de la muralla, que tal vez custodiase una de las puertas de acceso al Recinto B. Su recubrimiento de sillares se perdió cuando fue utilizado como cantera. De él proceden dos verracos en granito que se conservan como parte de en una colección privada en el Castillo de Monroy. El flanco oeste está protegido por un gran foso lineal de 135 m de longitud, casi 9 m de anchura y una altura de 2,3 m.
En paralelo se desarrolla el muro de cierre de una de las parcelas, realizado en mampostería. Probablemente este muro siga el trazado original de la muralla y, al actuar como terraza, ha permitido proteger la estratigrafía interior del recinto.
Más lienzos originales se sitúan hacia el norte. La excavación arqueológica dirigida por F. Hernández en uno de ellos permitió documentar que la muralla constaba de dos paramentos formados por una hilada de bloques de granito, de 0,8 m de ancho el exterior y, 0,5 m el interior y de un relleno de tierra y pizarra de 2 m de espesor. Por lo tanto, la anchura de la muralla en este punto es de 3,3 m además de contar con 14 m de largo y una altura de 1,28 m. Sobre la muralla en este tramo se habían recrecido los muros con mampostería. El paramento parece interrumpirse aquí para formar un portillo.
También en este sector es posible documentar la anchura de la muralla, el modo en que fue construida (con sillares de granito), y las diferentes reformas de las que fue objeto.
El otro tramo original del lienzo occidental se documenta más al norte. Se trata de un paramento de 10,7 m de longitud que conserva 3 hiladas (unos 0,65 m de altura). El lienzo aquí está realizado, como todos los lienzos originales, con sillería de granito trabada con una fina capa de arcilla. Se trata de un aparejo de sillares bien escuadrados, mejores que los del Recinto A, colocados a soga y con hiladas bien definidas.
El lienzo occidental se pierde junto con el foso oeste en el lugar en el que aparece un nuevo túmulo, de menor altura que el anterior, que, han sido identificados con los restos de la torre que flanqueaba el giro noroeste de la muralla. En su lado oeste, hay una pequeña vaguada que se dirige al Tamuja, que queda al norte. Esta ladera es ya abrupta y llena de vegetación, similar a la umbría del Recinto A.
Al noroeste del túmulo, entre la pequeña vaguada y la ladera norte, se ha localizado un nuevo foso de tipología similar a los anteriores. Este foso, cortado a pico en la pizarra, posee sección cuadrangular y un desnivel sur-norte que lo lleva junto al Tamuja, protegiendo todo este flanco de posibles asaltantes.
En la ladera norte, es difícil dibujar el trazado de la muralla pues las terrazas han afectado su configuración original. No obstante, en las cercanías del foso suroeste del Recinto A encontramos tres aterrazamientos superpuestos con dirección oeste-este, de los cuales, el intermedio ha sido identificado con el paramento de muralla original, mientras que el superior y el inferior han sido construidos con las piedras expoliadas o derrumbadas de la muralla. De la muralla original en este punto se conserva un tramo de 8,4 m de longitud en el lado oeste con 5 hiladas visibles y una altura de 1,2 m.
El foso suroeste del Recinto A sirve como límite del Recinto B. Y aquí, el foso aporta una protección artificial a la que proporciona el acusado desnivel del terreno, el más pronunciado de todo el recinto. En toda esta zona, sin embargo, se ha perdido todo vestigio de la muralla original y sólo se conservan aterrazamientos que han sido realizados aprovechando el granito y la pizarra de la muralla original.
En la ladera este no se evidencian tramos originales de muralla sino que el muro existente forma parte de las delimitaciones parcelarias modernas y contemporáneas. Es muy posible que el hecho de que ésta sea zona de fácil acceso, al estar situada junto a un camino, haya llevado a que se expoliaran todos los elementos pétreos de la fortificación. Francisca Hernández interpretó que en la zona sureste existían evidencias de otro torreón del que, sin embargo, no quedan evidencias materiales.
Así pues, el Recinto B posee un cuidado sistema de fortificación basado en la combinación de lienzos de muralla (formados por un doble paramento de granito relleno de pizarras y tierra) y de fosos lineales de paredes rectas. Asimismo, parece que el recito pudo estar reforzado en los ángulos por torreones, hoy en día prácticamente desaparecidos.
En superficie podemos ver algún muro realizado en granito y que parece llevar la misma orientación que los hallados en la excavación y en las zonas donde las terrazas han cedido.
Por tanto, cabría la posibilidad de hablar de un urbanismo organizado, tal vez de tipo ortogonal.
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