Me ha alegrado mucho encontrarme esta noticia sobre mi querido Fuentes de León en el diario Hoy, escrita y documentada por Víctor Gibello. Me trae recuerdos no muy lejanos, por suerte, de esos paisajes, el patrimonio y, sobre todo, sus gentes, amables y solícitas, que tanto me ayudaron de desarrollar mi trabajo durante los primeros años de este siglo XXI.
Transcribo la noticia, que está en el enlace http://blogs.hoy.es/paraisos-olvidados/2013/01/21/el-castillo-de-el-cuerno-a-veces-el-norte-se-encuentra-en-el-sur/:
El paraíso puede estar oculto en el lugar más inesperado. Encontrarlo es una experiencia difícil de olvidar. El deseo de permanecer resulta inevitable, la necesidad de volver, constante.
En el extremo suroriental del término de Fuentes de León, en el límite autonómico con Andalucía (Badajoz – Huelva), existe un edén extraordinario, un locus amoenus idílico, pero real, como el descrito y cantado por los poetas tantas veces desde la antigüedad.
Una naturaleza exuberante y amable acoge al visitante, sorprendido ante el espectáculo: suaves montes, vegetación desbordada, arroyos limpios, generan un paisaje de otro tiempo, un paisaje ancestral que nos hace vincularlo a los santuarios naturales de la Península previos a la llegada de los romanos.
Un antiguo camino, hoy carretera asfaltada, permite un fácil acceso al destino que hoy nos hemos marcado: el Castillo de El Cuerno, ubicado en el espacio natural protegido denominado Monumento Natural Cuevas de Fuentes de León.
La pista transita entre magníficos encinares. Fincas cuidadas con mimo dedicadas a la cría de ganado, especialmente porcino y vacuno, se sitúan a ambos lados. Los poco más de 8 kilómetros que separan el pueblo del castillo discurren en un suspiro entre tanta maravilla. Suena una apropiada canción de Mogwai: Take me somewhere nice.
En el declarado Monumento Natural se conservan varias grutas. Las principales responden a los nombres de Cueva del Agua, Masero, del Caballo, La Lamparilla, Sima Cochinos y Los Postes. En ellas pueden observarse estalactitas, especialmente interesantes por su excepcionalidad son las del tipo “alas de mariposa”, así como estalagmitas y gours. En las simas habitan numerosas colonias de murciélagos, habiendo sido documentadas cuatro especies: común, de cueva, ratonero mediano y grande de herradura. Tres de las cavidades (Los Postes, del Caballo –ambas visitables– y del Agua) presentan restos arqueológicos de diversa cronología.
No nos detendremos en ellas, quizá en otra ocasión volvamos y nos apetezca descender al inframundo, el objetivo de nuestro viaje es otro, se eleva buscando el cielo. Donde se unen las riveras de Montemayor y de Santa Cruz hay habilitado un aparcamiento en el que dejaremos nuestro medio de transporte.
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Rivera de Montemayor, camino del Castillo de El Cuerno. / Víctor Gibello |
Desde aquí ya podemos contemplar la Sierra de El Cuerno, sobre la que se alza una torre a modo de faro sobre el mar de encinas. Podemos ascender por varios viejos senderos e incluso por una pista de reciente creación. Cualquiera de ellos puede ser recorrido sin dificultad, aunque el ascenso sea notable hasta alcanzar la cota de los 740 metros.
Encinas y alcornoques se alternan con olivos y algunos almendros capaces de crecer en el roquedo calizo. Majuelos, lentiscos, durillos, coscojas, y un sinfín de especies se entremezclan para formar un rico, diverso y armónico conjunto vegetal. En primavera el espectáculo es asombroso, concentraciones de peonías de color fucsia crecen a la sombra de los árboles, y el cantueso comparte espacio con esplendorosos jarales. Todo allí parece convocar a la vida.
Llegados a la cima, podemos disfrutar de una panorámica singular: 360 grados de esplendido paisaje serrano, uno de los mejores ejemplos de dehesa del país. La espesura de la vegetación dificulta el reconocimiento de los límites del yacimiento arqueológico que hemos venido a conocer. Casi sin darnos cuenta, hemos rebasado la necrópolis y franqueado la muralla que defendía el poblado. La cerca, protegida por torres, se adapta al terreno, su planta tiende a una circunferencia irregular, daba cobijo a un pueblo con una extensión intramuros cercana a la hectárea y media.
En la zona más elevada se alza una fortificación de planta cuadrangular de unos 20 metros de lado y también torreada. Destaca la torre-puerta, el bastión principal de la construcción, de la que se conservan la cámara superior y el terrado (la coronación).
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La torre-puerta del castillo de El Cuerno, el bastión principal de la fortaleza. / Víctor Gibello |
El poblado está inexplorado, pero en la fortaleza se efectuó una excavación arqueológica entre los años 2007 y 2008, momento en el que también se realizó una restauración de urgencia de la torre-puerta. Esta construcción ha sido salvada in extremis de su desaparición.
Tuve la inmensa fortuna de seguir muy de cerca la excavación, dirigida con maestría por mi compañera Andrea Menéndez. Los resultados de esta primera fase fueron muy satisfactorios, superando con creces las expectativas previas. Espero que en breve puedan continuar los trabajos en el asentamiento, pues la riqueza arqueológica que atesora es más que destacada.
El material arqueológico exhumado informa de la existencia de un posible monasterio de época visigoda, que aún no ha sido localizado. Desconocemos si el edificio monástico estuvo aislado o formaba parte de un asentamiento mayor, pero lo que sí sabemos es que sus materiales fueron aprovechados para erigir una mezquita en el cerro en tiempos del emirato cordobés.
Fueéste un hallazgo excepcional al tratarse de la primera mezquita documentada arqueológicamente en Extremadura. De ella se conservan el mihrab, nicho que marca la orientación hacia la que los fieles han de dirigir la oración, el muro de la qibla, una de las naves del templo y su pavimento de cal, así como otras estructuras.
La mezquita mayor de la localidad, construida entre los siglos VIII y IX, fue incorporada a una fortaleza erigida en tiempos de las primeras taifas (siglo XI). Hay que recordar que el límite entre los reinos islámicos de Badajoz y Sevilla estaba próximo a las actuales demarcaciones territoriales en la comarca de Tentudía. Los dos reinos tenían ansias de ampliar sus territorios a expensas del vecino, por lo que fortificaron sus divisorias.
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Vistas desde una de las ventanas del Castillo de El Cuerno. / Víctor Gibello |
Las luchas entre los aftasíes (pacenses) y abadíes (sevillanos) fueron muy cruentas. Fruto de este enconado conflicto el castillo de El Cuerno fue parcialmente destruido y abandonado. Ello no supondrá el fin de la ocupación del lugar. Nuevas luchas harán que se reconstruya, amplíe y mejoren sus defensas. Los reinos cristianos de León, Castilla y Portugal ejercen más y más presión sobre las fronteras islámicas. En un intento por frenar el avance conquistador hacia el sur, los almohades desarrollan una importante política de construcción y mejora de fortalezas, crean una frontera encastillada que hace sumamente dificultoso el avance. El Castillo de El Cuerno es reconstruido totalmente entre los siglos XII y XIII, buena parte de lo que puede contemplarse en la actualidad es obra almohade.
Aunque los esfuerzos del imperio almohade fueron enormes, su estrategia defensiva no dio los frutos esperados: la suerte se decantó del lado cristiano. El Cuerno fue tomado tras la conquista de Montemolín (1246).
La plaza fue abandonada y los moradores desplazados a nuevos asentamientos más fácilmente controlables. El castillo de El Cuerno fue parcialmente desmantelado para impedir su uso; se convirtió en simple hito que deslindaba las tierras de las órdenes de Santiago y Temple. Desde entonces, tan solo algunos pastores han ocupado estacionalmente la fortaleza.
Contemplando el yacimiento arqueológico de El Cuerno, el que en tiempos de la dominación islámica se llamara Alquería de Benageth, no podemos sino maravillarnos de la enorme cantidad de información que atesora su subsuelo, ¡cuántas preguntas podrían ser respondidas si pudiéramos continuar trabajando allí, claves para comprender una importante parte de nuestra historia aún no descifrada!
Descendemos, pero el ensueño continúa, también las ganas de quedarnos.
Mientras tomo el camino de vuelta, recuerdo los versos de la Égloga I de Garcilaso de la Vega:
Corrientes aguas puras, cristalinas,
árboles que os estáis mirando en ellas,
verde prado de fresca sombra llena,
aves que aquí sembráis vuestras querellas,
hiedra que por los árboles caminas,
torciendo el paso por su verde seno:
yo me vi tan ajeno
del grave mal que siento
que de puro contento
con vuestra soledad me recreaba,
donde con dulce sueño reposaba,
o con el pensamiento discurría
por donde no hallaba
sino memorias llenas de alegría.
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Dehesa que rodea al Castillo de El Cuerno al amanecer. / Víctor Gibello |
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