martes, 14 de junio de 2011

"Arquitectura popular de Extremadura", por Rubio Masa.

Traemos hoy el capítulo II del libro "Arquitectura popular de Extremadura", de Juan Carlos Rubio Masa, publicado en la colección Cuadernos Populares, con el número 8, en 1985. 
Las fotos deberán verse en la web de visualización (http://www.redes-cepalcala.org/ciencias1/arquitectura_rural/espana/extremadura/arquitectura_popular_extremadura_libro_ii.htm).
La arquitectura en general y la popular en particular utilizan elementos geológicos en la construcción, especialmente la piedra en seco o acompañada de morteros y enfoscados.


II. Caracteres de la Arquitectura Popular Extremeña

García Mercadal, al abordar la casa popular extremeña, en su obra La casa popular en España, observó una Extremadura profundamente marcada por los cursos de los ríos Tajo y Guadiana, señalando caracteres propios en las viviendas populares de cada una de las zonas delimitadas: «Zona Norte, que pudiéramos llamar castellana; zona Central, propiamente extremeña, y Zona Sur, andaluza». Esta elemental división, posteriormente repetida por varios autores, encierra un error de apreciación en que suelen caer los estudiosos de cualquier aspecto cultural de Extremadura, cuando al observar su falta de unidad en todo el espacio regional, recurren al tópico de su inexistencia histórica o cultural, o acaban incluyendo determinadas áreas de la región en otras cercanas, olvidando que Extremadura es una tierra de síntesis en la que confluyen caracteres de las tierras limítrofes -León, Castilla, La Mancha, Andalucía y Portugal-, sin que por ello sea una prolongación de ninguna. Así pues, aun cuando en este cuaderno popular se recurra, en algún momento, a una división geográfica similar, lo haremos siempre desde un punto de vista meramente didáctico u organizativo.

De la vivienda popular extremeña se han dado varias clasificaciones. Aquí vamos a atender a un agrupamiento según el elemento, a nuestro juicio, más característico de la casa: así, hemos considerado la existencia de cuatro grupos fundamentales, con variantes comarcales: el primer grupo lo constituye la vivienda elemental diseminada por toda Extremadura y hoy en regresión de uso, caracterizada por sus escasas condiciones de habitabilidad; pueden ser espacios de habitación temporales como los chozos y casas redondas, o permanentes como la alquería jurdana. El segundo grupo lo forman las llamadas casas de piedra por ser éste el material más utilizado en su construcción; son viviendas serranas de altura o media ladera que encontramos en el Valle del Jerte o en la Sierra de Gata. También son casas serranas las que constituyen el tercer grupo, que se caracteriza por la utilización del sistema constructivo de entramado de madera. Estas casas adquieren un gran desarrollo en todo el Sistema Central, desde La Vera a la Sierra de Gata. El cuarto, y último grupo, lo forman las llamadas viviendas del llano, que son construcciones de muros blanqueados, de claros perfiles geométricos y con mayor tendencia a extenderse en superficie que en altura; este último grupo, que ocupa prácticamente el resto de la región, presenta innumerables variantes comarcales basadas en su aspecto exterior, en la distribución del espacio interno, en las condiciones económico-sociales de sus moradores, en un mayor o menor uso de la madera y. sobre todo, de la bóveda de ladrillo.

Materiales

Cuando el constructor popular se decide a levantar una casa y sus espacios adyacentes, lo normal es que utilice como material de edificación el que le ofrece su entorno natural y adopte las técnicas o sistemas constructivos más adecuados. Precisamente del material y de la técnica empleada en la construcción dependerá el aspecto de la casa, su textura y su color.

Teniendo en cuenta que Extremadura se asienta sobre parte de las tierras más antiguas de la península, la Iberia silícea, los materiales más utilizados serán la pizarra y el granito, y en las zonas sedimentarias, donde no aflora la roca, se puede observar una arquitectura de tierra, basada en el uso de la arcilla.

La pizarra ocupa amplios espacios en nuestra región -Hurdes, Gata, penillanura trujillano-cacereña, Villuercas, penillanura de Badajoz-, por tanto es utilizada con mucha frecuencia para todo tipo de funciones: en lajas de diferente tamaño para conformar los paramentos de la casa, en muros de cerramiento de corrales y huertos, y como dintel de puertas y ventanas; en planchas para suelos y escalones, en el hogar como aislante del suelo de madera, y, sólo en las Hurdes, como cubierta de la vivienda.

El uso del granito adquiere un gran desarrollo por ser un material abundante en la zona oriental del Sistema Central, en el centro y oeste cacereño, y en el sur de la provincia de Badajoz. Aparece formando muros de mampostería o de sillería, recercando todo tipo de vanos, como ménsula en balcones y solanas, en los soportales como pilares o columnas, y en forma de placa en los pavimentos y en el hogar.

Otros tipos de piedra que aparecen en nuestra región se utilizan de forma similar a la indicada para la pizarra o el granito, aunque su desarrollo es siempre menor. Así, el mármol se utiliza en algunas zonas pacenses como umbral de viviendas; los cantos rodados de gran tamaño se usan para formar muros en el Valle del Jerte, y los más pequeños configuran suelos bastos, como en Garrovillas; o delicados pavimentos, a veces con formas geómétricas y vegetales, como los llamados pasos, que aparecen en casi todas las casas del sur de Extremadura.

La arcilla y las técnicas apropiadas para su uso tienen un amplio desarrollo en toda la región en forma de ladrillos, baldosas, tejas, adobes, tapial y para revocar muros.

La cal extremeña, de extraordinaria calidad, es utilizada tanto en el interior de la vivienda como en el exterior. Ahora bien, su uso es variable, va desde el sólo recerco de los huecos, hasta cubrir todos los muros e, incluso puertas, ventanas y rejas en zonas del sur de la región. Relacionada con la cal está la difusión de la técnica del esgrafiado para decorar las fachadas de las casas.

Técnicas y elementos constructivos

A la hora de elevar una vivienda se seguiran unas técnicas constructivas u otras dependiendo del área geográfica y de la tradición cultural.

El tipo de aparejo de muros más simple lo encontramos únicamente en la comarca de Las Hurdes, pero en su elaboración se requiere una gran pericia, ya que se trata de muros formados por lajas de pizarra superpuestas en seco; es decir, sin mortero en las juntas, introduciendo únicamente trozos de pizarra de menor tamaño para lograr su equilibrio y ajuste. Comunes en toda la región son los muros de mampostería ordinaria, fabricados con piezas irregulares, sin labra, de pizarra, granito u otras piedras, unidas con un mortero -barro, cal y arena- y ajustadas en obra, pudiendo admitir el ripio, o fragmentos de piedra, para el relleno de las juntas. Este tipo de paramento de gran consistencia puede alternar con otras técnicas en el mismo edificio y admitir todo tipo de soluciones para abrir puertas y ventanas; como el curioso ejemplo encontrado en Botija, donde para evitar la fractura de un dintel de pizarra por el peso que gravita sobre él, se disponen dos grandes lajas del mismo material en sentido angular, con el fin de desplazar el peso hacia los lados. Esta ingeniosa solución popular cumple idéntica función que los arcos de descarga.

El granito permite además la construcción de muros con unas técnicas más depuradas, pero cuyo uso, no muy extendido, está vinculado a posiciones económicas elevadas. Son los muros de sillería, en los que el material está perfectamente escuadrado en bloques paralepipédicos por personal especializado.

El uso de la tierra como material constructivo permite varias técnicas para conseguir diversos aparejos, incluso alternando con otros materiales. La más simple es la del adobe, o ladrillos sin cocer; en su fabricación es necesario ayudarse de unos moldes de madera en los que se deposita el barro, generalmente mezclado con paja, y más raramente con cal. El secado del adobe se hace directamente al sol en una atmósfera seca, requiriendo de varias semanas antes de poder ser utilizado en obra. Por ser el adobe un producto de escasa cohesión y de poca resistencia a la presión en un punto, requiere de otros elementos o materiales que la desplacen: por ello suele aparecer con madera o ladrillo, y es muy útil en muros cortina. Por otra parte, la humedad altera fácilmente al adobe, siendo necesario aislarlo del suelo o protegerlo con revoco.

Muy utilizada en Extremadura es la técnica del tapial. Una vez construidos los cimientos de la casa y un pequeño zócalo de mampostería, que sirve de aislante, se vierte la tierra -mezclada con ripios y, a veces, cal- en el interior de un molde o encofrado compuesto por cuatro tableros de madera paralelos. Los dos tableros grandes se separan, según el grosor que se quiera dar al muro -entre 40 y 60 cm-, y se unen por unos listones de madera llamados agujas o cárceres: los otros dos tableros pequeños cierran los costados, uno de ellos será eliminado al hacer el segundo tapial pues irá adosado al ya construido. Se requiere que la tierra esté bien apisonada. Para ello se utilizan pisones o mazas de madera y se riega de vez en cuando, pero evitando que se embarre. La altura que cada hilada de tapial puede alcanzar es de 80 a 90 cm. A veces, el tapial alterna con ladrillos en hiladas verticales y horizontales, formando lo que se llama aparejo toledano.

Pero es la bóveda de ladrillo el elemento más puramente extremeño, tanto por su ejecución como por su diseño. Su construcción implica la desaparición de tabiques o muros cortina y la introducción de muros de carga que, al mismo tiempo que separan las distintas estancias, puedan soportar el peso de la bóveda. En la bóveda extremeña, «el ladrillo se coloca de canto en el trazado y su ejecución puede ser de dos formas: bóveda de rosca realizada en espiral continuo hasta el centro o bóveda por arista levantando rincones y entrearcos que van cerrando sucesivamente el hueco hasta agotarlo completamente con una clave en forma de cruz». Tanto en un tipo como en el otro, los arranques se macizan y se rellena el resto con tierra y cal hasta conseguir un pavimento continuo sobre el que se aplica un estirao de cal y arena, o baldosas, para formar el suelo del piso alto o del sobrao. Pero lo más original de la bóveda extremeña es que se construía siempre sin cimbra: es decir, sin una estructura de madera que la sostenga durante su construcción; para ello se sirve de «las monteas de los arcos de cabeza en las paredes de la habitación que se va a cubrir y el resto queda por entero a la pericia del albañil que se auxilia tan sólo por unas cuerdas horizontales que llevan las hiladas sujetando otra a la altura del centro de las directrices, marcando con un sencillo nudo el radio o distancia a que debe ser colocado el ladrillo» (Collantes). La bóveda, así conseguida, era siempre revocada y blanqueada, al igual que los muros. Desde hace algún tiempo, se ha tomado por costumbre quitar el revoco de las bóvedas. dejando su estructura de ladrillo al aire, que si bien suele ser de gran belleza, de algún modo altera su forma original. Este tipo de bóveda es frecuentemente utilizada en el centro y sur de la región. En esta última zona se llega a soluciones de gran barroquismo, así en una misma casa podemos encontrar bóvedas de arista, de lunetos, vaídas, de artesón o esquifadas.

La madera es un material que, aparte de su utilización sistemática para la fabricación de cierres, artesonados y cubiertas, permite, en aquellas zonas donde los bosques son abundantes, un sistema constructivo particular: el entramado. En Extremadura alcanza a toda la zona serrana del norte y a Guadalupe, como núcleo aislado, en la zona central, Este sistema. que se verá con más detenimiento en el apartado correspondiente a la vivienda entramada, se basa en la construcción de un entramado de madera que constituye el armazón de la casa, rellenándose el espacio libre entre los montantes con adobes o ladrillos.

Siempre que se ha tratado el tema del uso de la madera en la arquitectura popular extremeña se ha hecho hincapié en que escasea en los edificios del centro y sur de la región, y que esta carencia es suplida por el abundante uso de la bóveda de ladrillo. Sin poner en duda este argumento hay que destacar que la madera en forma de rollizos y de tablazón se utiliza como estructura de tejados en todas las viviendas y como cubierta de estancias en las viviendas más humildes, e, incluso, en artesonados y techos holladeros en casas de cierta posición económica de zonas muy al sur del Guadiana. El uso alternativo de la bóveda se debe además a otras razones: una, puede ser la tradición histórica, pues el sistema constructivo de la bóveda extremeña enlaza con el de la bóveda romana, matizado por influencias orientales aportadas durante la dominación musulmana. Otra, una necesidad de aislamiento frente a los rigores climáticos, ya que los gruesos muros y las bóvedas procuran un claro freno a las variaciones térmicas del exterior, tanto en verano logrando crear una atmósfera fresca, como en invierno impidiendo que el calor se escape.

En algunas ocasiones, cuando la vivienda está prácticamente concluida y se pasa a rematar su fachada, se acude a la técnica del esgrafiado. De este modo, se introducen detalles ornamentales, a veces de gran ingenuidad y primitivismo, que suponen una alteración de la austeridad dominante en la arquitectura popular. El esgrafiado consiste «en la aplicación sucesiva de dos revocos superpuestos, el primero de los cuales suele ser de un color más oscuro que aquel que se extiende posteriormente. Sobre éste, aún fresco, se dibujan los perfiles de las figuras que han de vaciarse, quedando las mismas, una vez vaciadas, como fondo oscuro y en tono más claro y con resalte comprendido entre medio y un centímetro, lo que restó de la capa más superficial» (Flores).

La vivienda como reflejo de la actividad económica y de la jerarquización social

Max Derruau plantea que la casa popular debe ser definida como un «instrumento de trabajo del campesino», entendiendo por ello «no sólo el alojamiento del agricultor, sino también el de las cosechas, el del ganado vivo y el del utillaje», pero no olvidando que «la casa está en relación con las dimensiones de la explotación y con la riqueza del cultivador». Derruau añade que la casa puede adaptarse de diferentes maneras a su objetivo económico, y que si bien es verdad que la tradición cultural puede influir para que determinados tipos de viviendas se repitan en el tiempo, generación tras generación, sin adaptarse a una economía variable; también es cierto que la vivienda popular refleja toda una serie de disposiciones mentales y sociales. En líneas generales, en el norte de Extremadura predomina el tipo de casa-bloque, «aquella en la que todos sus elementos se encuentran debajo del mismo techo», sea a ras de suelo o en altura; mientras que en el centro y en el sur domina el tipo de casa con patio cerrado, generalmente de pequeño tamaño, que sirve para separar y diferenciar la vivienda del agricultor y almacén de algunos de los productos y del utillaje, de los espacios dedicados al ganado o a otro tipo de almacenamiento.

La zona norte de la región, ocupada por las estribaciones del Sistema Central, es abundante en vegetación y en tierras de gran productividad. A veces, como es el caso de Las Hurdes, se trata de un terreno donde aflora la roca y difícilmente puede mantener una economía de subsistencia, basada en pequeños rebaños de cabras y paupérrimas cosechas extraídas de bancales mínimos. Allí encontramos el tipo más sencillo de «casa-bloque a ras de suelo» muy en consonancia con la economía y el tipo de vida de la comarca: el jurdano construye su vivienda cortando parte de la ladera para lograr un pequeño espacio de habitación que es compartido con sus animales. En la alquería jurdana se observa una gran uniformidad constructiva, lo que implica una cierta homogeneidad social.

Un tipo de casa-bloque a ras de suelo, pero de aspecto bien distinto y tamaño diferente a la anterior, se desarrolla por toda Extremadura: es la casa del bracero agrícola. Son viviendas de pequeñas dimensiones tanto en superficie como en altura: apenas dos o tres habitaciones para diferenciar cocina y dormitorios. A veces, pueden llevar bajo el mismo techo una cuadra que, o bien se abre al exterior de la casa, o bien ocupa un espacio interior, lo que implica el paso obligado de los animales por la casa. En ambos casos pueden llevar un doble sobre una de las habitaciones, que sirve de pajar, dejando el resto de la vivienda a tejavana. El aspecto de esta casa es muy sencillo, en fachada muestra únicamente la puerta y una o mas ventanas, su baja altura permite alcanzar con la mano la primera línea de tejas. Este tipo de casa contrasta fuertemente con las casas de labradores o con las de los terratenientes que se ven en el mismo núcleo de población.

Pero yendo, otra vez, a las comarcas situadas en las estribaciones del Sistema Central, el tipo de vivienda que alcanza un mayor desarrollo es el de la «casa-bloque en altura»: es decir, aquella en la que se superponen los espacios destinados a alojamiento del campesino, del ganado y las cosechas. Estos espacios ocupan lugares perfectamente diferenciados y en plantas distintas. Lo normal es que el nivel inferior esté ocupado por cuadras, pajar, bodega y almacén de aperos: el nivel medio, por la vivienda propiamente dicha del campesino, y el nivel superior, que generalmente se acoge a las aguas del tejado y se muestra a tejavana, por el sobrao o granero, y por una solana que sirve de secadero. A veces, en este último nivel aparece la cocina. La yuxtaposición en altura de los elementos de la casa responde, por una parte, a una economía del suelo, pues la vivienda debe ocupar poco terreno para aprovechar lo máximo posible en campos de cultivo; y, por otra, a una necesidad de aislamiento térmico, ya que las condiciones climáticas de humedad propias de estas comarcas serranas obligan al campesino a disponer su espacio de habitación en un nivel intermedio aislado del suelo y de las inclemencias atmosféricas. En estas comarcas, los pueblos muestran casas bastante homogéneas, a pesar de la existencia de diferentes situaciones socioeconómicas.

Esta mayor homogeneidad, que contrasta con el resto de la región. se debe, quizas, a una gran extensión del minifundio y a la escasez de latifundios; sin embargo, las diferencias pueden observarse en otros elementos como el mayor solar de la vivienda, la existencia de más espacios destinados a almacenes o a cuadras, en la mejor calidad de la construcción -realizada con técnicas más depuradas-, y asimismo en la presencia de escudos, inscripciones y detalles decorativos tanto en fachada como en el interior: notas significativas que intentan destacar una posición social y económica diferente: son, por tanto, elementos de prestigio que en las casas de los campesinos con recursos inferiores no aparecen.

En el centro y sur de Extremadura domina, como ya señalamos, la «casa con patio cerrado», en la que aparecen separados la vivienda del campesino (en la planta baja) y el granero (en la planta alta) de los espacios dedicados a cuadras, establos, zahurdas, bodegas, etc. Estos únicamente están separados por un pequeño patio o espacio abierto llamado corral, y cubierto por diferentes tejados. La casa se extiende en superficie, pues no en vano el relieve es de llanura o penillanura. El hecho de que el granero -doblao, sobrao, troje o atroje, nombres con los que se denomina según las zonas, se desplace a la parte alta está en función del necesario aislamiento de la humedad y de los roedores. En algunos casos, como al oeste de Cáceres o en Las Villuercas, la cocina se encuentra en esa misma planta. Tras la vivienda aparece el corral, generalmente dividido en dos espacios por un muro o celosía de ladrillo: uno junto a la casa, que según las zonas va pavimentado, lleno de macetas y arriates con flores. El otro espacio suele ser de mayor tamaño y se deja sin pavimentar. El corral puede llevar una puerta de acceso, en caso de no poseerla, los animales deben atravesar longitudinalmente toda la casa para llegar a sus cuadras. Para evitar que resbalen se dispone un paso, o pavimento de cantos rodados de pequeño tamano. Pero este esquema general se ve alterado por la profunda estratificación social, marcada por una fuerte desigualdad en el reparto de la tierra, pues junto a la casa-bloque del bracero y a la casa del labrador pequeño propietario, de gran sencillez y alejada de toda presuntuosidad, aparecen las casas de los medianos y grandes propietarios de tierras. Estas últimas viviendas buscan la diferenciación en el uso de múltiples adornos: portadas, rejerías, molduras, cornisas, etc. En el enmascaramiento del doblao como si se tratara de un espacio habitado, e incluso por la moda extendida en el sur de la región de disponer un antepecho rematado con vasijas, que oculta las aguas del tejado. En su extensión superficial tanto en profundidad como en fachada. En el nómero de habitaciones, salas, cocinas, etc. Es más, los propietarios que se han aburguesado suelen dispersar, alejando de la casa. los espacios puramente económicos.

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