La energía, concepto manido hasta la saciedad por todos, pero que tiene un significado mucho más trascendental, ya que es probablemente el concepto fundamental del Universo. Descartemos cualquier alusión economicista del término, pues esa es una zafia manera de explicar el fundamento de nuestro mundo natural.
Las aproximaciones a su entendimiento suelen realizarse en varios niveles y sirven para conocer la física elemental de nuestro mundo, incluyendo las “artimañas” que la Naturaleza ha venido utilizando para ponderar su consumo (o gasto). Piensen en el equilibrio necesario en el balance energético para que no se caliente demasiado el salón, no se nos congelen las tuberías o, peor aún, no se derrita un reactor nuclear. Piensen más allá, en inconmensurables cantidades de energía concentradas en pequeñas esferas, dentro de un vasto vacío carente prácticamente de ella. Piensen en ustedes mismos como organismos vivos consumiendo energía, a raudales en las sociedades occidentales, incapaces como individuos de sudar lo necesario para compensar mínimamente ese input energético.
La Naturaleza y dentro de ella nuestra gea es un dispensario de energía enorme, aunque finito, no nos engañemos, como nuestra atmósfera o nuestras aguas. Sin embargo, cuando oímos hablar de energía pensamos en electricidad, pero esa es solo una de sus manifestaciones más habituales. Parece un ser etéreo, fantasmal si lo prefieren, capaz de hacerse visible al transformarse en calor o movimiento, cosas que sí conocemos. En realidad, es como tener un extraterrestre con nosotros, pero que solo vemos cuando nos quemamos, cuando nos falta energía para correr más deprisa o cuando saltan los plomos en casa, por ejemplo.
En nuestro subsuelo la energía aparece concentrada de diversas maneras, siendo la nuclear la que se lleva el premio, para lo bueno y lo malo. También está el calor interno del planeta o geotermia, una de las menos conocidas en España (aquí solo sabemos, y poco, de hidrocarburos). Pero la energía también está en nuestro sol (¡cómo no!), en nuestros vientos o en los cursos de agua de los ríos, energías todas ellas, junto con la geotérmica, denominadas renovables. La capacidad de la Naturaleza para albergar en determinadas condiciones de presión y temperatura algunos elementos o mezcla de ellos es lo que ha permitido desarrollar técnicas novedosas de almacenamiento de algunos residuos, como los desechos de origen nuclear o el dióxido de carbono, la primera imprescindible hoy en día y la segunda prácticamente imprescindible.
De estas energías, de la evolución de la energía en el Universo, de las últimas investigaciones llevadas a cabo dentro y fuera de nuestras fronteras y del más que eficiente uso del subsuelo como almacén de residuos, además de su suministrador, hablarán diversos expertos en el curso que se está celebrando estos días, entre el 31 de marzo y el 2 de abril de 2011, en Cáceres, organizado por la Asociación para la Enseñanza de las Ciencias de la Tierra y la Asociación Geológica de Extremadura, y el que colaboran instituciones como la Caja de Ahorros de Extremadura o la Diputación de Cáceres.
Para finalizar, una reflexión que podrá tener su espacio de debate en este curso: como especie hemos sido capaces de utilizar escasamente el potencial energético terrestre y cuando lo hemos hecho no hemos sido tan sabios como nuestra Tierra, probablemente porque el ser humano no deja de ser un experimento inacabado, que quizá finalice con él mismo o su modo de vida en este planeta, aunque no con sus recursos, pues éstos son energía y la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario