Presento en esta entrada la conferencia dada por don Guillermo Corretgé, sobre uno de los geólogos extremeños que ha enriquecido la nómina de ilustres de la Geología de esta región. Dicha conferencia fue dada en el Auditorio del Centro Cultural Alcazaba, el 4 de octubre de 2000, con motivo del nombramiento del Profesor Figuerola como Miembro de Honor de la Asociación Geológica de Extremadura (AGEx). Dos años después estas líneas serían publicadas en el nº 24 de la revista Tierra y Tecnología, del Ilustre Colegio Oficial de Geólogos de España.
Esta ponencia se impartió en la Reunión Científica celebrada en Mérida, el 4 de octubre de 2002, en homenaje al geólogo D. Luis Carlos García de Figuerola, catedrático jubilado de Petrología de la Universidad de Salamanca. La reunión fue organizada por la Asociación Geológica de Extremadura, y se celebró en el Auditorio del Centro Cultural Alcazaba.
Hace unos meses, la Asociación Geológica de Extremadura, me invitó a participar en una Jornada científica, en la que se iba a otorgar el nombramiento de miembro de honor de la asociación al Profesor Figuerola. Vi claro que ese era para mí el objetivo principal de dicha reunión y propuse a los organizadores hablar del profesor Figuerola. Mi propuesta fue aceptada, cosa que agradezco sinceramente.
Debo decir, ante todo, que esto que escribo no va a ser un trabajo científico. No lo pretendo. Tampoco es un escrito de viajes. Tiene que ver con la ciencia o la historia de algunos momentos de la ciencia española, pero es más bien una breve laudatio interpretada a través del prisma hacedor de matices en la ciencia de la petrología que representa y representó el profesor Luis Carlos García de Figuerola, ilustre extremeño de San Martín de Trevejo. Hablaré, por tanto, del hombre como universitario, del geólogo y de su proyección científica vista por un discípulo.
García de Figuerola, Don Luis para todos, Figuerola para los más confianzudos, o simplemente "el Jefe" para sus colaboradores más directos, es una figura singular cuya trayectoria merece ser atendida, al menos en los aspectos en los que manifestó una mayor creatividad. En efecto, creó algo importante: una escuela de petrólogos; granitólogos más exactamente, pero creó o fomentó, algo más importante todavía: una convivencia social universitaria encomiable, puesto que no se le conocen enemigos, y si tales especímenes existieran, estoy seguro que él no los tendría por tales. No le gustaban las insidias y menos en la Universidad. Para evitar conflictos presentes o supuestamente futuros le gustaba ceder, "templar gaitas" y llegar a todo tipo de arreglos siempre que no fuesen meros pasteleos. Como ejemplo de talante traigo a colación, del baúl de los recuerdos, aquel pacto del comienzo de los setenta realizado por García de Figuerola y Fúster Casas acordando límites de actuación de las respectivas escuelas en el meridiano de Ávila. Hay muchos ejemplos más.
Pero hablemos algo más de su personalidad. Proponía el sociólogo J. J. Linz en 1981, en un artículo titulado: Libertad y autocontrol de los intelectuales, una serie de características de los que no son intelectuales. Haciendo un cambio afirmativo de dichas características me tomo la libertad de la paráfrasis y digo con Linz que los intelectuales son: Los que son capaces de alguna creación cultural; los que han escrito algo; los que tienen mucho o algo que transmitir a otros. Todas estas facetas rebosan, naturalmente, en las bien nutridas alforjas espirituales de García de Figuerola y, por ello, creo que él es prototipo de intelectual; de intelectual liberal, en el sentido más amplio y más noble de la palabra, puesto que no sé de nadie al que hubiese impuesto ideas o actuaciones sin la vía de la convicción. El "prohibido prohibir viejo dictum con tintes de anarquía, que muchos recordarán en labios de Figuerola era en él vivencia, no una mera pose de profesor embriagado de progresismo.
El profesor García de Figuerola siempre fue hombre estudioso. Poco necesitaba. Siempre lo recordaré con los libros escrutados a conciencia en la mesa de su despacho, las cenizas dispersas por aquí y por allá de sus inseparables "caldos de gallina" liados a mano; su Zeiss; sus fotografías aéreas; su campo y poco más.
Consciente de que la petrología como ciencia necesitaba fuertes soportes fisico?químicos y analíticos, con rapidez proponía actuaciones en estos campos cuando el presupuesto lo permitía, pero la gestión y trámites siempre la dejó en manos de sus discípulos y colaboradores. Su protagonismo siempre era a lo lejos.
Figuerola es un naturalista. Ameno y conocedor de todo en cuanto a campo, paisaje y paisanaje se refiere; apegado al terruño al igual que su contemporáneo y coetáneo, el escritor Delibes. Nunca conocí un hombre con una intuición tan fina cuando de geología de campo se trataba. Incluso a veces, con razonamientos o métodos heterodoxos llegaba a soluciones correctas que nos sorprendían a todos. Tampoco le conocí nunca frente a un ordenador (no era la época) y me da a mí que hubiese preferido siempre el calor de las hojas de los libros y revistas pasadas a mano, que la lectura a través de las frías pantallas que la tecnología informática hoy nos ofrece.
Figuerola, hombre de tertulia y extremeño socarrón, creo que, de estar en activo en los tiempos que corren, hubiese adoptado con gusto y aplauso la inconformidad unamuniana quien protestaba airadamente de la inquisición científica reinvindicando, como dice Abellán la sabiduría, la sagesse de los franceses frente a la ciencia que quita sabiduría a los hombres (el entrecomillado es de Abellán). Para Unamuno: La Ciencia busca la vida, la sabiduría prepara la buena muerte. Trataba Unamuno, y de conversaciones de hace años con "el Jefe" advertí el paralelismo, en emprender un camino, en el que los valores éticos de la sabiduría se impusiesen en un mundo excesivamente centrado en los logros de carácter científico y técnico: Asunto pendiente, nada nuevo pero siempre actual.
La tan mal comprendida y mal utilizada frase: ¡Qué inventen ellos! que tantas veces reiteró Unamuno a partir de 1906, y que adquirió enorme resonancia en el epílogo de su Sentimiento trágico de la vida de 1912, sólo puede comprenderse en este concepto ético de la sabiduría unamuniana a la que tan próximo estaba García de Figuerola.
En 1987 el profesor García de Figuerola alcanzó su jubilación como catedrático de Petrología y Geoquímica de la Universidad de Salamanca. Atrás quedaron los años, que iniciados en Madrid de la mano del Profesor Maximino San Miguel de la Cámara, verdadero padre fundador de la petrología académica española, continuaron primero en la Universidad de Oviedo, cuya cátedra de Petrología ganó en 1960 (y utilizo la expresión al uso de la época) y después en 1969, año en que en virtud de concurso de traslado comenzó su actividad en la Universidad de Salamanca.
Finalizada la etapa ovetense García de Figuerola marcha a tierras castellanas a poner en marcha la sección de Geología de la Facultad de Ciencias, junto al único catedrático de Geología de la prestigiosa y vetusta universidad salmantina, el profesor Antonio Arribas Moreno, y la ayuda de dos o tres jóvenes que estaban haciendo méritos para la carrera universitaria, uno de ellos autor de estas líneas, que derrochaban más entusiasmo que experiencia. A los pocos meses algunos compañeros se agregaron a aquella empresa y al fin, con la llegada de nuevos catedráticos, se llegó a sacar la primera promoción de licenciados en Ciencias (sección de Geología).
El profesor García de Figuerola ha sido en la larga treintena de años de plenitud académica y en los posteriores años de emeritud, testigo y actor fundamental en la evolución de la petrología y geoquímica de nuestro país.
Gracias a la acción decidida y eficaz de sus discípulos: Bea, Carnicero, Gonzalo, López?Plaza y Rodríguez Alonso, recibió un merecido homenaje justo el año de su Jubilación, 1987, en vida y en plenitud, que es cómo se han de dar y recibir los homenajes. El simposio y el libro surgido a raíz del homenaje citado: Geología de los Granitoides y Rocas asociadas del Macizo Hespérico, editado por Rueda bajo el cuidado de los editores científicos citados anteriormente, constituyen puntos de referencia obligada en la granitología Ibérica. Pero digamos que, más bien, el profesor García de Figuerola es referencia en la granitología Ibérica. Veamos que quiero decir con esto que puede parecer desmedido.
En la carta LXXXI: titulada: del desagradecimiento de las Epístolas Morales a Lucilio, Séneca hace una interesante incursión sobre el desagradecimiento. Argumenta como discurso principal que: Es preferible cosechar desagradecimiento que dejar de hacer beneficios (lema que podría figurar perfectamente sobre el víctor universitario de Figuerola). Pero uno de los aspectos que más me han llamado la atención es el razonamiento que Séneca hace basándose en el uso de la lengua latina antigua, cuando se utiliza para expresar y enseñar deberes: Ille illi gratian rettulit (aquel ha correspondido al beneficio), en el que rettulit, forma verbal de referre significa, lisa y llanamente: dar espontáneamente lo que debes, devolver una cosa a aquel de quien la recibiste. Por tanto, si fuésemos atentos, debiéramos percibir que en la bibliografía de los artículos o citas bibliográficas hay claramente dos conceptos mezclados. La "cita" bibliográfica que no ha aportado nada fundamental al trabajo que se ha realizado y la "referencia" ( de "referre") que es aquel trabajo que ha servido como fuente de inspiración principal y a la que, por tanto, ha de otorgarse gratitud especial. Por ello digo que la trayectoria académica, científica y personal del Profesor García de Figuerola es referencia de los petrólogos españoles y, en especial, de los que nos mostramos orgullosos de pertenecer a su escuela.
Se lee en los diccionarios que incursión es acción de incurrir. Poco se aclara si no decimos que incurrir en una tercera acepción significa: hacer breves intromisiones en algún quehacer y excursión significa correría por ciudades, museos o lugar para estudio o ejercicio físico. Nada nuevo; aunque sí son sustantivos adecuados para denominar la actividad del profesor García de Figuerola cuyos principales activos científicos en su periplo universitario fueron los temas y terrenos graníticos, pero que nunca desdeñó "incursiones" en otros campos importantes de la petrología, como veremos más adelante.
Hay un refrán, creo que no español, que dice más o menos que los locos entran donde los ángeles temen pisar. No creo equivocarme, ni andar muy descaminado si digo que dicha sentencia se aplica exactamente a la geología granítica, dada la complejidad tan acusada en rocas de mineralogía, aparentemente, tan simple o al menos poco variada. En efecto, la trilogía mineral de los granitos aprendida en los lejanos años de enseñanza media: cuarzo, feldespato y micas podría descorazonar a los menos audaces por tener a estas rocas como asunto trivial; pero no es así. El punto de arranque de dicha complejidad lo constituye la geología de campo que, de forma tan clarividente, supo reivindicar el profesor García de Figuerola, creador de una escuela de granitólogos o, si queremos escarbar en etimologías "sui generis", de granitoidólogos a los que supo trasmitir una no desdeñable habilidad en el trabajo cartográfico y de observación y análisis de la geología granítica regional.
El profesor García de Figuerola siempre consideró las rocas graníticas como asunto ante todo geológico. Nunca se cansó de meternos en la cabeza, a todos los que fuimos y somos sus discípulos, la vieja afirmación o dictum de Read de 1948: Veo el problema del granito como uno esencial de la Geología de campo. No es primariamente uno de la petrografía, de la mineralogía, de la química-física o de cualquier otra disciplina auxiliar.
Un recorrido no exhaustivo, que tampoco viene al caso, de la actividad del profesor García de Figuerola puede darnos una idea de su personalidad y de la impronta que ha dejado en la petrología y, muy especialmente, en la petrología regional de las áreas que más marcaron su interés.
Aparte de los trabajos efectuados en áreas diversas entre 1953, fecha de su doctorado en la Universidad Central de Madrid, y 1960, en que cesó su actividad profesional de geólogo investigador de la Junta de Energía Nuclear; hay que destacar, en primer lugar, Extremadura, su patria chica. La alta Extremadura; la geología en tomo a San Martín de Trevejo, su pueblo, y otras localidades próximas o lejanas de aquella vastísima tierra fueron testigo de sus correrías, de sus excursiones y lugar de las observaciones más finas sobre la petrología granítica, tan singular, de la región extremeña.
En 1966 se publicó con un título modesto: Datos petrológicos de la Sierra de Gata (Cáceres). García de Figuerola, hombre modesto también, en exceso, al que nunca preocupó personalmente la estrategia de publicación ni la brillantez del curriculum (eran otros tiempos), dio a publicar tal trabajo a una revista de poca difusión. En el trabajo se realizó una primera cartografía y reconocimiento detallado de unos 550 kilómetros cuadrados de la región más occidental de la Sierra de Gata, Hurdes incluida. Allí se abordan problemas importantes sobre el emplazamiento, quimismo de las rocas plutónicas y las aureolas de contacto, así como se realizan descripciones muy finas de lo que él denominó provisionalmente como: pizarras de Campo Valverde, pizarras, que eran idénticas a las presentes en los extensos pizarrales de Cáceres, Salamanca y Beira Baixa.
Si me he detenido en este trabajo que, corno he dicho, al ser publicado en revista de poca difusión, no alcanzó relevancia, es porque sintetiza muy bien lo que fue para García de Figuerola la petrología: Un progreso del conocimiento que empezaba en el campo, proseguía en el microscopio y finalizaba en el crisol. Precisamente en ese orden.
Por aquellas décadas sus incursiones geológicas, modelos de observación y razonamiento, fueron constantes. Citemos tan sólo los trabajos de 1953 en Notas y Comunicaciones del Instituto Geológico y Minero de España sobre: Análisis sobre una escoria supuestamente volcánica y Notas sobre el volcán del Gasco, Las Hurdes, (Cáceres). La interpretación volcánica dada por García de Figuerola y la comparación del quimismo de las escorias con el de las cuarcitas, le llevó a proponer una fusión extensiva del substrato y erupción explosiva. Estos bloques no presentaban ningún aspecto de haber sido arrastrados hasta el punto donde hoy se encuentran, dando la impresión de una erupción explosiva con pequeña cantidad de lava, decía Figuerola en la pág. 386 del artículo de Notas y Comunicaciones. Poco se conocía entonces de las interpretaciones impactíticas, muy posteriores y tampoco se sabía de la presencia de ringwoodita, mineral cúbico polimorfo del olivino pero de altísima presión, citado recientemente por Díaz Martínez et al, (2001), en las referidas escorias. Las observaciones de Figuerola y la extrañeza ante una fusión tan intensa fueron no obstante muy sagaces y atinadas.
En sus incursiones posteriores fuera de la granitología propiamente dicha, mucho tuvo que ver la Cátedra de Petrología que ganó en el año 1960 y que le llevó a Asturias, donde sin perder su objetivo esencial: La geología de las regiones graníticas del norte de Extremadura, se dedicó de lleno a estudiar los afloramientos volcánicos asturianos. Estos fueron dados a conocer a través de un conjunto de trabajos: Las rocas del Cámbrico en una interesante serie de cuatro artículos, donde se pudieron establecer por primera vez conocimientos fundamentales de rocas de las que poco o nada se sabía. Por aquellos años García de Figuerola era uno de los raros geólogos españoles que se aventuraban en la áspera geología del occidente de Asturias y este de Galicia. (Son muy interesantes sus razonamientos geológicos extraídos a través de las paragénesis metamórficas de las pizarras de Lugo). Quizás los extensos pizarrales de la región del Narcea, apenas atravesados por pórfidos y otros tipos de rocas volcánicas, le recordaban las pizarras extremeñas. Esa impresión de similitud era la que teníamos los estudiantes de la Universidad de Oviedo, a quienes el profesor García de Figuerola acostumbraba a introducir en la petrología del occidente de Asturias y a realizar campamentos más específicos en los granitos y pizarrales del sur de Salamanca y norte de Extremadura. La geología, al fin y al cabo, se nutre de la analogía que aflora a través de la observación fecunda, y esta analogía que cito ya fue percibida por Widdrington en 1844, quien al describir la formación que él propondría llamar: esquistos extremeños, dice que ocupa la mayor parte del oeste de España. Widdrington también encuentra, al oeste de Asturias pizarras, referidas al Cámbrico por Schultz, que le recuerdan a los esquistos extremeños, denominación muy anterior a las tradicionales denominaciones: complejo esquisto granváquico y esquistos de Beira y que, en consecuencia, debiera gozar del privilegio de prioridad.
Los años de Oviedo fueron importantes para García de Figuerola. Su vocación o predilección eran, como hemos dicho, los granitos y el metamorfismo, fundamentalmente de series pelíticas; pero sus incursiones en asuntos volcánicos y en un tema muy querido por él: El gran dique de diabasa de Plasencia, Alentejo-Plasencia, Plasencia-Odemira, Mesejana, etc. que así y con otras denominaciones se ha conocido a lo largo del tiempo, tuvo en García de Figuerola, durante muchos años, a su principal estudioso y valedor, habiéndole dedicado una serie de importantes artículos de todo tipo: cartográficos, petrográficos y geoquímicos. Oviedo fue asimismo semillero de sus primeros discípulos en el mundo de la ciencia petrológica y su Facultad de Ciencias testigo de sus excelentes y metódicas lecciones de cátedra. Aún cuando repaso mis viejas libretas con tapas de hule negro, donde cuidadosamente solía pasar a limpio los apuntes de petrología sacados de las notas de clase del entonces, para nosotros, don Luís, contemplo la extremada actualidad de aquella docencia muy especialmente en los campos de la petrología metamórfica y la petrología de rocas plutónicas. El curso siempre quedaba corto para acabar con el mismo detalle las rocas volcánicas que el profesor García de Figuerola siempre explicaba al final del programa, aunque ignoro si esta práctica la mantuvo hasta el final de su vida académica.
El rigor y las excelentes perspectivas petrológicas que proyectaba en su docencia, carente de toda pedantería, era lógico. Sus trabajos de enfoque petrogenético y metodológico de los años 54 y 55, previos a su cátedra de Oviedo: El cálculo de la "celdilla tipo " (cell standard) de Barth y su aplicación a un caso de diferenciación metamórfica; El diagrama de Poldervaart y Elston y su aplicación a algunas rocas de la Península Ibérica; Sobre la pegmatización; Aplicación del método de clasificación y nomenclatura de las rocas volcánicas, propuesto por Rittman, a las rocas volcánicas de España y Algunas consideraciones sobre el metamorfismo de contacto, sorprenden por el manejo y razonamientos de conceptos termodinámicos y geoquímicos de gran consistencia. No es de extrañar, por tanto, que el amor a aquella geología fisicoquímica, que al fin y al cabo eso es lo que es la petrología, trasmitida de forma clara y sencilla por García de Figuerola, despertase nuestra afición e interés.
La llegada del profesor García de Figuerola a la Universidad de Salamanca al comienzo del curso 1969-1970 le permitió acentuar sus correrías en la granitología regional del Macizo Hespérico, muy especialmente en las provincias de Salamanca y Cáceres. Más de un centenar de trabajos y diez tesis doctorales fueron proyectadas y realizadas gracias a sus conocimientos regionales previos: Granitos del occidente de Asturias, Extremadura central, Plasencia, Ávila, Gredos, penillanura salmantina, Mérida, etc. Estas cifras no son nada desdeñables si tenemos en cuenta que la granitología regional con enfoque cartográfico, no estaba sostenida al comienzo de los setenta más que por investigadores de las Universidades de Montpellier y Leiden, en Galicia, Amsterdam y algún discípulo del profesor Teixeira, en Portugal, y por el profesor Figuerola y, con menos énfasis en el tema, el profesor Fúster en España. La verdad no había mucho en el arranque de los setenta: Los faros y referencia de la granitología Ibérica fueron, aparte de los investigadores de las universidades extrajeras citadas, la maestría del profesor García de Figuerola y los profundos conocimientos cartográficos y geoquímicos del Dr. D. Isidro Parga Pondal, mecenas de la petrología; promotor y animador de las "Reuniones de la Geología del NW Peninsular" que fueron continuadas posteriormente como: "Reuniones del Oeste Peninsular” por García de Figuerola.
Quienes teníamos que aventuramos en la geología granítica de la penillanura salmantina y centro y norte de Extremadura, de pocos precedentes cartográficos y sistemáticos podíamos contar, salvo los bosquejos y mapas en borrador de García de Figuerola y algunos excelentes trabajos de compañeros o discípulos de Franz Lotze, traducidos en la serie: Publicaciones extranjeras sobre Geología de España. Después todo fue más fácil.
Para García de Figuerola, el problema del granito era primordialmente, como hemos dicho, geológico y a finales de los sesenta y comienzo de los setenta, esto era meridianamente claro. Sin cartografía no se podía ir muy lejos y gracias a ella se podían resolver muchas cosas e incluso vislumbrar aspectos nuevos ajenos al campo doctrinal de la petrología. Viene a mi memoria un trabajo de García de Figuerola y del tempranamente fallecido, José Ramón Parga, al que rindo desde aquí un emocionado recuerdo de amigo. El trabajo se titulaba: Sobre los ortoneises de Traguntia-Juzbado (Salamanca) y su significación tectónica. Fue publicado en 1968 y allí aparecían por primera vez los esbozos de las zonas de cizalla dúctil, que tanta importancia empezaron a cobrar, años más tarde, en la literatura científica española.
La vivencia geológica del profesor García de Figuerola y la de sus numerosos discípulos rebosa de granitos y más granitos, aunque no exclusivamente. Las incursiones de la escuela salmantina del Profesor Figuerola, han sido muy fructíferas hasta la fecha, y él siempre quiso que la experiencia propia y la de sus discípulos constituyese un cuerpo de doctrina en la que ni siquiera él tuviese que jugar un papel de especial protagonista. Sus continuas excursiones semanales con todos sus colaboradores y discípulos del Departamento de Petrología de Salamanca, a partir del 1979, fueron señal de convivencia, maestría y buen hacer.
El profesor García de Figuerola poco publicó en lengua extranjera. Cuando lo quiso hacer, lo hizo en España, en inglés y sin personas físicas figurando en la nómina de autores. Lo hizo a modo de testamento científico de una escuela a la que dejaba totalmente encarrilada. El trabajo fue publicado en 1980 y se titulaba: Plutonism of Central Western Spain; como autor figuraba: Department of Petrology, University of Salamanca. El artículo era una puesta en orden de todo lo que se había hecho hasta la fecha en ese vasto dominio geológico, con el enfoque propio del profesor García de Figuerola y sus discípulos. Los tiempos sin embargo estaban cambiando y el anonimato científico no iba a ver tiempos propicios. Experiencias cómo la establecida en Francia, a partir de los años cuarenta, por los matemáticos que colectivamente se llaman Bourbaki, sólo son posibles en países científicamente muy maduros y desarrollados y la posmodemidad científica, a la que no es ajena nuestro país, no va precisamente por ese camino. De ahí que lo intentado por Figuerola tenga más mérito aún y conecta plenamente con ese sentido utópico de la ética de la convicción que siempre le caracterizó.
Para terminar reitero de nuevo mi gratitud a la Asociación Geológica de Extremadura por darme la oportunidad de poder expresar el agradecimiento de los discípulos de García de Figuerola a través de estas brevísimas líneas, que no recogen más que apenas algunos destellos de su riquísima personalidad. Muchas gracias, "Jefe", un fuerte abrazo en nombre de todos y una amable nostalgia y melancolía personal por no poder tenerlo activo y preocupado por este mundo de las rocas; de las piedras que tanto significaron en su vida, pues siento con Gabriel Miró que: "...cuando se apagaron las piedras se apretó el silencio del atardecer".
G.Corretgé
UNA GRAN PERSONA, DON LUIS CARLOS
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